- Profe, mi papá dice que el servicio de salud es muy malo. Incluso mi abuelo murió por falta de atención médica, pero él insiste en que Petro nos lleva a un salto al vacío con la reforma a la salud
- En 500 años de conquista,
colonia y barbarie trapearon el piso con nuestra auto estima. ¿Recuerdas a la
mamá de tu compañero Flórez? Vino a pedir ayuda por las continuas golpizas del
esposo. Se siguieron los protocolos y, al final, se echó para atrás con el
argumento de (cito sus palabras) “a lo mejor llega otro peor, mejor dejar las
cosas como están”
La auto estima del
colombiano es igual a la de la señora Flórez. Cuando yo tenía tu edad empezó el
saqueo de las empresas públicas con el argumento leonino de que los
administradores privados eran más eficientes. Por eso el capitalismo atroz se
inventó la figura del intermediario y la convirtió en parte imprescindible de
nuestras vidas. Nos dijo que sin el intermediario no podíamos vivir. Y nos dejó
a merced de él para que administrara nuestras vidas y nuestra muerte. La ley
100 es la perversión absoluta de la clase feudal. Le dijo a los médicos que los
mejores administradores eran los banqueros y los puso en la mitad del médico y
nosotros. Nos convenció de que es mejor un usurero que un científico. El
banquero dice que se puede y que no se puede ordenar. El médico es un simple
instrumento del mercader. Así mismo manejan los alimentos: la cadena de
supermercado se interpuso entre el campesino y nosotros. Por eso el negocio de
la droga es tan rentable: el raspachín la suda sembrando y cosechando, pero el
embajador con laboratorio se encarga de la valija diplomática y quintuplica su
costo para que el intermediario gringo se forre en Wall Street. Finalmente, al
que fumigan es al raspachín. Finalmente, el que se muere por falta de atención
médica es el usuario como le sucedió a tu abuelo.
Ya ves, mi pequeño Lebrón,
tu papá y los Polo Polo quieren que los dejemos con su agonía. Felices en la
esclavitud.
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